22 julio 2014

LA RUEDA



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Ya las malas conciencias
con sus excusas pueriles
no me afectan. 

Piensas que los libros 
que no se abren
alguien los cierra. 

Los abriles quedaron atrás. 
No caben indulgencias, 
ni mirarte, ¿para qué? 
Para nada.

Nada me sabe a tan poco
aunque te vistas de galas,
aunque el Tony Manero 
de turno te ria las gracias, 
ni que andes sobre el agua, 
multipliques los peces y 
el vino que fuera agua
endulce tu baile.

¿Qué es? 

Condescendencia,
la que sube sin subir,
la que habla sin dialogar,
la que da pábulo a navegantes,
la que tiró por la borda
mi paciencia. 

¿Vuelas?

No te estrelles, 
no te deseo
ningún mal. 

Tus ojos son la indiferencia
que me enseñaste
con crueles silencios,
con la esquivez, 
con la sonrisa,
encendida 
o apagada, 
en cada hoja 
que pasabas sin leer.

Muecas son tus silencios.

Hay mil flores,
¡ay!, para el lince
que te sigila,
el que siempre 
se mueve acechante,
y tú sin saber nada
de nada. 

¿Piensas?

Hay quien existe
para quien no debe.

Cada elección es otra rueda,
la que dando vueltas gira al revés
y que, al parar, suma dos 
y dos rodando un triste tres.

Mi alma, sí,
se silencia.