Rozando las hojas mi cabeza
suspendidas de las frágiles ramas,
verdes como la aceituna,
al borde de la vacía carretera.
Las luces primeras,
las del Alba,
disciernen nubes y el horizonte
con edificios donde duermen
los sueños y los días.
Llevo en los bolsillos llenos
la nada de los últimos días,
y mil rosas en mis manos
sin espinas.
Siento la brisa
Siento la brisa
suave, tan tranquila,
acompañándome
en mi camino.
en mi camino.
Traigo colores y ambrosías
para las endrinas
con la vista limpia del verde,
que como un vasto prado
te piensa despacio
esperando la miel
de tu sonrisa.
Cruzan las caravanas de metal
con sus luces mientras ando
sin pensar en nada,
ni siquiera en lo concreto,
ni en hadas, ni en telarañas.
Voy, en cambio,
paso a paso
sembrando
con la mía
tu mirada.
¿Qué melaza extraña
tienen las complicaciones?
¿Qué tiene la sencillez
que tanto alimenta el alma?
¿Qué luz es la que nos guía?
Atrás queda
la oscura sordidez,
la oscura sordidez,
delante la exquisitez
de tus asoleadas pestañas.